Si algo le faltaba a Back to the Future, si alguna sensación no nos había provocado, además de la emoción, la risa, la adrenalina que nos suscitan una y otra vez sus diferentes escenas (aunque ya sepamos sus diálogos de memoria), si algo no nos había dado, era hacernos vivir en carne propia la experiencia de viajar en el tiempo.
Y es que gracias a la iniciativa de un fanático como nosotros, jamás entenderé porque los empresarios argentinos no se sumaron al reestreno que se hizo entre octubre y noviembre, pudimos asistir a ver la eterna y querida Volver al Futuro en la pantalla grande, para la cual fue hecha. En mi caso sólo alcancé a ver en cine la última parte de la trilogía en alguno de los viejos cines de la peatonal Lavalle, allá por 1990. Pero esto es otra cosa. No hay crítica ni valoración posible, quien sea fanático comprenderá lo que escribo, quien no (seguramente no la haya visto) dirá que exagero.
La manera más fácil que encuentro para resumir la experiencia de asistir al reestreno de BTTF, puede ser acudiendo a aquella escena de la segunda parte, cuando Marty debe volver a 1955 y de golpe se encuentra contemplando con cierta emoción por la ventanita de la puerta vaivén de la Escuela de Hill Valley el momento en el que se despide de George y Lorraine luego de tocar Johnny B. Goode. Es justamente eso. A muchos de nosotros esta película nos acompañó durante toda nuestra vida, e inevitablemente nos remite nuestra infancia. Ir al cine a verla de algún modo nos transporta mágicamente a aquel 1985 de su estreno, cuando por ser muy chicos aún, no pudimos verla. Y así, la sensación previa es la de ir a encontrarse con viejos amigos de juegos de toda la vida, para seguir jugando con los mismos juguetes y soñando las mismas aventuras.
No hay crítica objetiva y válida para mensurar esta película, una de las pocas que, vaya paradoja, resiste el paso del tiempo como ninguna. No precisa de ningún aggiornamiento de efectos especiales, ni reacomodamiento de escenas, lo único necesario fue convertir la vieja cinta a los formatos actuales de proyección, para que nos vuelva a hacer reir, emocionar y exaltarnos como siempre. Si algo le quedaba para recibirse de clásico del cine, por si alguno todavía dudaba, era revalidar su condición en esta época de películas en las cuales hasta los vidrios que se rompen son digitales.
Celebro la iniciativa del Grosso Ñoño que hizo posible este mágico reestreno (si me hubiera enterado de la movida, de una que me sumaba!! merecés un reconocimiento público, seas quien seas). Y una vez más muchísimas gracias Marty y Doc por esta nueva vieja aventura, nos vemos en el Futuro! (que como todos saben fue, es y será en 2015)
Abrazo!
H.-
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